Lidia: La cara de Eto
Una voz queda llora una advertencia que no quiero, ni me puedo permitir.
Tampoco reparo demasiado en ella.
No guardo ninguna esperanza para mĂ.
me dĂĄ igual lo que pase.
Si quedara algo ageno al egoĂsmo hoy arrastrando mi cuerpo hasta este bar, reconocerĂa que esa persona que me ha avisado estĂĄ peor que yo.
E intentarĂa ayudarla, abrazarla, sĂ con eso valdrĂa.
Pero no es el caso.
Y no me preocupa el ver tantas miradas de victimas a mi alrededor, tantos reflejos de dolores innecesarios, esperanzas frustradas, sueĂąos robados.
Me preocupa el que todos nos miremos con desconfianza.
Me preocupa que aun siendo iguales nos colguemos las etiquetas de verdugos unos a otros.
Todos resentidos, undidos.
SĂłlos.
Montando nuestras defensas contra lo que nos rodea, formando parte del tablero de esta noche. Otra vez, peon de un juego mĂĄs grande.
ÂżPorque nos apuntamos entre nosostros?
Eto, cabrĂłn, deja de sonreir.
Tampoco reparo demasiado en ella.
No guardo ninguna esperanza para mĂ.
me dĂĄ igual lo que pase.
Si quedara algo ageno al egoĂsmo hoy arrastrando mi cuerpo hasta este bar, reconocerĂa que esa persona que me ha avisado estĂĄ peor que yo.
E intentarĂa ayudarla, abrazarla, sĂ con eso valdrĂa.
Pero no es el caso.
Y no me preocupa el ver tantas miradas de victimas a mi alrededor, tantos reflejos de dolores innecesarios, esperanzas frustradas, sueĂąos robados.
Me preocupa el que todos nos miremos con desconfianza.
Me preocupa que aun siendo iguales nos colguemos las etiquetas de verdugos unos a otros.
Todos resentidos, undidos.
SĂłlos.
Montando nuestras defensas contra lo que nos rodea, formando parte del tablero de esta noche. Otra vez, peon de un juego mĂĄs grande.
ÂżPorque nos apuntamos entre nosostros?
Eto, cabrĂłn, deja de sonreir.
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